Lolita, como todas las grandes novelas, es muchas cosas al mismo tiempo. Es una tragedia, un melodrama y una astuta y precursora paradoja acerca de nuestra sociedad y nuestro tiempo.
Como el mito y la fascinación de la juventud que envuelve a su protagonista, por Lolita no parece pasar el tiempo y, aunque sus supuestos contenidos escabrosos puedan antojársenos un tanto ingenuos en este fin de siglo, las pasiones e interrelaciones humanas que recorren su trama siguen vigentes y ardientes entre nosotros.
Pero Lolita podría ser también un tratado de entomología (la segunda profesión de Nabokov) por la precisión y lo implacable de su desarrollo, por su atmósfera de tragedia contemporánea que la hace actual y atemporal a un tiempo.
Precisión y paradoja, apariencias y deseos secretos que van insinuándose y aflorando hasta la catarsis y la destrucción de sus protagonistas. Vladimir Nabokov es puntillosamente preciso en las descripciones y oblicuo e insinuador con los sentimientos.
La gran pregunta y la gran incitación de Lolita es ¿quién seduce a quién, quién es la marioneta y quién tira de los hilos? ¿El enfebrecido y delicuescente Humbert Humbert, profesor y traductor, que imagina y persigue su objeto de deseo hasta obtener una satisfacción mecánica que no hace sino aumentar su desequilibrio, o la ninfa que parece crecer desde una ingenuidad preconsciente y perturbadora hasta un influjo que se vale astutamente de su supuesta inocencia para manipular a su aparente conquistador? La novela de Vladimir Nabokov no es únicamente una poderosa metáfora de los recovecos del deseo, la seducción y la dominación, sino también una carga de profundidad que explosiona en medio de la convención y la mojigatería de la sociedad en la que se desarrolla.
Humbert es normal hasta que deja de serlo, hasta que Lolita le provoca un clic mental que hace aflorar sus deseos profundos, mucho más poderosos que la máscara y los espejismos de normalidad que le envuelven.
¿Y Lolita? Es la vencedora en el combate de la seducción; su poder aumenta a medida que Humbert se desintegra, pero a la postre su victoria resulta pírrica, porque en su efímera condición de ninfa se oculta su propia vulnerabilidad ante el tiempo, la vulgaridad o la dependencia de otros seductores menos atormentados que el pobre Humbert.
Lolita es, asimismo, la materialización de un fenómeno muy infrecuente en la gran literatura: el cambio de lengua. Nacido en San Petersburgo, educado en Gran Bretaña y naturalizado norteamericano, Vladimir Nabokov es uno de los escritores que han logrado una obra cimera en otra lengua que la materna. Acaso ésa es una más de las paradojas de esta obra mítica, míticamente llevada a la pantalla por Stanley Kubrick, y protagonizada por Sue Lloyd, Shelley Winters, Peter Sellers y James Mason, en la que Nabokov parece decir que todos podemos convertirnos en Humbert y todas las Lolitas están destinadas a dejar de serlo.
Fuente: La esfera de los Libros
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