de Chinua Achebe
Quizá sea un signo de los tiempos que la literatura africana, como otras manifestaciones culturales de este continente, sea prácticamente desconocida en nuestro país. Y es una verdadera pena, porque libros como "Todo se desmorona", del nigeriano Chinua Achebe (1930), licenciado en Medicina y Literatura por la universidad de Ibadan y doctor por las de Stirling, Southampton y Kent, deberían ser de obligada lectura en el rico Occidente; de hecho, ha sido traducido en más de treinta países y sólo en el Reino Unido se han vendido más de dos millones de ejemplares.
La novela nos relata la vida de Okonkwo, que ha crecido con una obsesión: convertirse en un guerrero respetado en las nueve aldeas de los ibo para recuperar así su 'honor' personal, en entredicho por la haraganería y la pobreza de su padre. Lo conseguirá tras años de duro trabajo y sacrificios.
Okonkwo vive feliz con sus tres mujeres e hijos, cultiva sus tierras y es una pieza clave en el organigrama de la tribu, cuyas costumbres y ritos sigue prácticamente sin pestañear. El ejemplo lo tenemos con la aparición de un muchacho que le entregan en prenda, que se convierte con el tiempo en amigo inseparable de su hijo mayor y que después la asamblea de los ibo decide matar: Okonkwo sufrirá por este mandato, pero lo acatará e incluso participará en su ejecución para remarcar su fidelidad a los principios, algo en lo que se aleja del hijo mayor, que empieza a dudar de una cultura que actúa con arbitrariedad, como también se alejó del padre.
Ese choque cultural que Achebe nos plantea con maestría se acentúa tras un accidente fortuito que vuelve a tener como protagonista a Okonkwo, que por mandato de la asamblea pierde sus tierras y tiene que exiliarse durante siete años. El guerrero vuelve a aceptar este dictamen sin chistar y a partir de entonces sólo soñará con el retorno al hogar y el recibimiento alegre de los suyos, entre los que se siente realizado. Pero es entonces cuando se produce la llegada a las aldeas de los ibo de los colonizadores blancos, que construyen iglesias e introducen nuevas costumbres, tomadas al principio a broma pero aceptadas después por los nativos.
Pasan siete años y Okonkwo retorna a la aldea. El soñado recibimiento no tiene lugar. Todo ha cambiado. Okonkwo era fuerte por la fe que tenía en su clan, pero la llegada del hombre blanco ha dejado a los ibo sin las referencias que les mantenían unidos y, por añadidura, les daban seguridad. Para los blancos -y también para el hijo mayor de Okonkwo- los rituales de los ibo son bárbaros, pero ellos tampoco se quedan atrás a la hora de imponer una 'civilización' que llega acompañada de cárceles y sangre. Es el fin. Todo se desmorona.
Fuente: TiraMillas.net
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